Si hay un nombre que se repite con mucha frecuencia en los estudios de medios es el de Marshall McLuhan. Frases como el medio es el mensaje o la noción de la aldea global ya son parte del repertorio clásico en los estudios de diferentes disciplinas. McLuhan es, sin temor a equivocarme, uno de los autores más discutidos cuando hablamos sobre plataformas mediáticas, tecnologías de información y el futuro de Internet. Sin embargo, quizá su trabajo más trascendental no es tan reconocido, pues sus aportes a disciplinas como la fenomenología o a la hermenéutica han cimentado buena parte del trabajo de los últimos 50 años.
Marshall McLuhan nació hace 100 años, un 21 de julio de 1911, en la ciudad de Edmonton, Alberta (Canadá). Fue un filósofo y sociólogo prolífico, muy interesado en el entendimiento de las relaciones entre el ser humano con la tecnología. Predijo, con mucho acierto, el nacimiento de una red que conectaría a la conciencia humana en un plano, una aldea global. Ese vaticinio se ve reflejado en Internet, ganándose el honor de ser considerado el profeta de la génesis de la red. Sin embargo, sería inexacto creer que la proyección de McLuhan es producto de la casualidad. Permítame explicarle, grosso modo, tres de sus ideas fundamentales:
El medio es el mensaje
Esta frase, repetida hasta el cansancio, es probablemente la afirmación más conocida de McLuhan. Pero, ¿qué significa en realidad? La primera lectura nos diría que un contenido no es el mismo si está presentado en un medio que en otro. Es decir, que no es lo mismo si vemos una noticia en la televisión que si la leemos en el diario. Hasta ahí bien, pero se trata de la lectura más ingenua de su teoría. En una segunda aproximación, habría que mirar que una noticia también es texto y discurso. Es decir, el discurso (acontecimiento) está modificado por la escritura, la cual ya es una tecnología por sí misma. Todavía, un paso después, estaría publicado en una plataforma (impresa o digital, por ejemplo); y aún más, habría que atender cuáles son las características de cada medio.
Sin embargo, la suma de estas características no es lo más importante. Lo que McLuhan quería decirnos es que todo es un medio. Todos los objetos comunican. Dejemos de lado que los medios son diarios, libros, revistas o blogs. McLuhan lo explicaba perfecto con el bombillo de luz. El foco es medio, la luz es contenido. La sola presencia de un bombillo comunica algo; por ejemplo, que me puedo reunir en ese sitio por la noche. Ese mensaje modifica la conducta humana. Así, el filósofo refuerza la relación que hay entre tecnología y cultura, haciéndola indisociable.
La aldea global
Aunque su teoría se desarrolló con plenitud hasta su trabajo en Understanding Media (1964), fue en The Gutenberg Galaxy (1962) donde McLuhan acuñó el término de aldea global. El filósofo inició con una exploración de la evolución del lenguaje de acuerdo al medio en el que se encontraba. McLuhan examinó cómo la aparición de la imprenta de tipos móviles había modificado la forma en que el conocimiento se adquiría, pasando de la tradición oral a un mecanismo de reproducción mecánica. Asoció a esa revolución el surgimiento de valores sociales como el individualismo, el capitalismo o el nacionalismo. Muchos de estos conceptos derivan en prácticas y nociones cotidianas, como por ejemplo, la noción de la propiedad intelectual.
McLuhan miró que el siguiente paso era una plataforma electrónica. En su época, pensó que serían la radio y la televisión quienes impulsarían este cambio, sin prever que, décadas después, el Internet cumpliría con su profecía. Con el auge de los medios electrónicos, el ser humano pasaría del individualismo a la identidad colectiva, tribal. Es en este punto en el que se asoma la aldea global, entendida por McLuhan como una extensión de la conciencia humana. De hecho, el filósofo nunca pensó en la aldea global como una comunidad unificada; por el contrario, su concepción apunta hacia la convergencia de todos los puntos de vista sin hacerlos homogéneos.
La extensión de los sentidos
¿Entonces, cuál era la concepción que tenía McLuhan de la aldea global? Hay que atener a la descripción de ésta como una extensión de la conciencia humana. Para él, todo medio —por ende, todo objeto— es la extensión de una capacidad humana, en tanto que inhibe a otra. Mirémoslo, por ejemplo, con un automóvil. El coche es una extensión del cuerpo (una relación muy íntima, como dejamos en claro al decir yo choqué, en lugar de mi auto chocó). Desde la perspectiva de McLuhan, el automóvil extiende las capacidades motrices de un individuo, pero también inhibe otros sentidos, como puede ser el tacto. Siempre se gana algo, pero también se pierde.
En una fotografía, por ejemplo, ganamos la capacidad de mantener fijo (o materializado) un instante, pero perdemos todo el contexto. Incluso si atenemos sólo al encuadre, veremos que sólo obtenemos un parte muy específica del momento, sacrificando todo lo demás que, desde el aspecto sensorial, percibiríamos si estuviéramos ahí. Esa tensión intrínseca en la relación humano-tecnología es la que nos hace plantearnos cómo ciertas herramientas afectan al individuo —como el reciente estudio de si Google ha modificado nuestra capacidad de recordar o si Wikipedia afecta la idea de memoria colectiva, entre otros—. No en balde una obra posterior de McLuhan es The Medium is the Massage, en referencia al peso de lo sensorial en sus ideas.
Cuando McLuhan se refiere a la aldea global, lo hace en ese sentido: la capacidad del hombre de trascenderse a sí mismo, a su cuerpo, para situarse en otros lugares en un momento determinado. Esta ilusión de omnisciencia es la que McLuhan vaticinó como la gran conciencia colectiva. Es por eso que nociones como la propiedad (la capacidad de reproducir contenido sin soporte físico), el nacionalismo (la idea de pertenencia a un no-lugar) o el individualismo (la capacidad de trascender el yo para ser múltiples personas en un espacio virtual) son debatidas tras la aparición de Internet. Y es que hoy, a 100 años del natalicio de McLuhan, sus ideas son más vigentes que nunca, listas para ayudarnos a entender un mundo que evoluciona a la velocidad de la red.
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Definitivamente Mc Luhan ha sido uno de los padres de las ciencias de la comunicación. A 100 años de su nacimiento nos sigue sorprendiendo.
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