Aunque no lo crean, les aseguro que en las mas oscuras simas de la gruta de la Publicidad habitan seres siniestros y retorcidos que se alimentan de sus mas bajos instintos y solo buscan un único y tortuoso fin a lo largo de toda su existencia: VENDER. Ya se que muchos van a sentir como el asco y las nauseas emergen desde vuestras entrañas, pero esta es La Verdad y así debe ser contada. Solamente el más estricto respeto a La Verdad de lo que les cuento me autoriza la licencia de escribir semejantes obscenidades pero estimo que, llegados a este punto, es de justicia continuar con la escandalosa realidad que pretendo desvelar.
Estas criaturas, mitad humanas, mitad cuenta de explotación, viven sumidos en la más mísera de las tinieblas, desde la que son ajenos a los placeres del alma y los sentidos como el arte, la moda o las tendencias. Se nutren de las necesidades humanas siguiendo una suerte de religión cuyo origen se pierde en los tiempos y que en un pasado remoto fue formulada por un chamán llamado Maslow, El Terrible. Para llevar a cabo su propósito, utilizan un secreto código de comportamiento que responde al nombre de AIDA (aún a costa de escandalizar a los que aún no lo estáis, debo contaros que la última A corresponde a Acción lo que, en los mas de los casos, corresponde a Comprar).
Esta crueldad proviene de aquellos seres que adoran a dioses profanos cuyos escritos hace años que fueron prohibidos o desterrados por el olvido y el desprecio y dicen descender de una tribu de antiguos hombres que dominaban un extraño paraje conocido como la Avenida Madison y que rendían culto al Winston, el fijador del pelo, los trajes de corte italiano y al whisky escocés caro.
Quienes alguna vez han osado rebajarse conversando con ellos cuentan haber escuchado historias sin sentido sobre el origen de la publicidad como un fin para conseguir maximizar las ventas. Sí, lo se, es bochornoso. Pero creo que es necesario contar esta historia sin tapujos ni cortapisas para aprender todos lo bajo que puede llegar a caer la naturaleza humana.
Afortunadamente, hoy en día estas prácticas han sido desterradas para siempre y estos personajuchos abandonados a su suerte en sus grises despachos de sus grises oficinas ubicadas en las principales avenidas y áreas empresariales de las grandes capitales. La industria publicitaria, la masa que conformamos publicistas, creativos, redactores, diseñadores, maquetadores, comunity managers y medios alternativos les hemos dado la espalda y los castigamos con nuestro rechazo y odio más profundo. Poco o nada importa que los anunciantes no se hayan enterado de que esta escoria forma ya parte del pasado. Como hubiera dicho Steve Jobs, “la gente no sabe lo que necesita hasta que se lo pones delante”. Estúpidos ignorantes.
Sin embargo, las malas artes de estos individuos causaron un mal irreparable en nuestra sociedad que ha perdurado hasta nuestros días. Fruto de ello, muchas marcas quedan estigmatizadas para siempre bajo acusaciones tan terribles como las siguientes:
- “La publicidad siempre miente”
- “Yo no me fío nunca de la propaganda“(éste último es un término anacrónico muy popular durante la Época del fernandoestesismo con el que se denominaba a cualquier tipo de práctica publicitaria o información comercial)
- “Estos lo que quieren es venderte algo”
- Y el peor de todos ellos: “Esta marca es sólo marketing” o su variante más recurrente: “Esta noticia es puro marketing”.
Como veis, el daño es terrible y el pecado todavía vive entre nosotros y nos marca con su humillante sanbenito como pena con la que debemos cargar por los siglos de los siglos.
Si el mundo todavía estuviera hoy en manos de estos primitivos personajes y sus primitivas formas de entender este negocio, se estarían echando las manos a la cabeza al oír estas blasfemias.
“¿Qué esta marca es sólo marketing? Y bien, ¿dónde está el problema? ¿Para qué han sido creadas las marcas sino para mercadear, para fomentar el comercio, para generar un intercambio monetario a cambio de un producto o servicio? Que le digan a una marca que es solo marketing no debería ser sino el mejor elogio que se le puede decir a una marca, una compañía y a sus gestores“.
O bien,
“Sí, por supuesto, lo que queremos, lo que queremos es venderos algo. De eso se trata; así funciona este condenado mundo. ¿O es que acaso pensáis que alguien puede prosperar en este mar lleno de tiburones sin el máximo y permanente esfuerzo por maximizar sus ventas?”
Y apurarían sus whiskies de malta entre caladas a su habano de primera mientras pellizcan el culo de su secretaria cuando esta termina de escribir el memorándum que le estaban dictando. Estoy convencido que, desde su despachazo tamaño piso de alquiler de estudiante, con sus paredes forradas en maderas nobles y sus sofás de cuero bruñido, se jactarían de su inteligencia y, en sus tertulias de puteros hipócritas con tendencia al sobrepeso alguno de ellos movería su doble papada para decir que esas mentalidades modernas tienen mucha de la culpa de que hoy hayan más de cinco millones de parados en este país. Que le dejaran a él volver a imponer el viejo método y, tal vez todos no, pero al menos dos de esos cinco millones de desempleados iban a encontrar trabajo rapidito. Mira que decir que si les queremos vender algo como si fuera un delito… ¡¡jaa!!
Resulta infame, barriobajero, sucio, deplorable, friki, fachorro, asqueroso.
Hoy, que sabemos perfectamente que La Publicidad es un Arte, que la Estética lo es todo, que lo que importa es conseguir mucha repercusión en medios, que los premios son los que determinan el éxito o no de una campaña, que los anunciantes son idiotas y viven felices siéndolo, que vender apesta y nadie está mas interesado que la Publicidad es huir y repudiar el ansia consumista que nos invade y nos aplasta en este mundo capitalista de mierda, hoy nos reímos en la cara de aquellos idiotas del pasado y sus disparatadas ideas.
Dame followers, me gustan los “me gusta”, quiero ampliar la estantería donde exhibo los trofeos que he ganado en el último certamen internacional, me ajustaré la palestina que hace juego con mis sandalias de cuero y saldré a contar al mundo que yo paso de toda esa locura, que mi creatividad es una pasada, que estoy creando TEN-DEN-CIA, es que soy trendy de la muerte, ¿sabes?, quiero darle la vuelta a toda esta forma de ver el mundo, vivo por y para el engagement, soy como mi consumidor, estoy cerca de mi consumidor, formamos un todo, no sé que significa eso del síndrome de Estocolmo pero te adelanto que yo no lo tengo.
Me importan tres carajos eso del vender. No me gusta. Ensucia mis piezas. Rompe mi redacción; no encaja bien en el copy. El espectador NO va a entender que le digamos que compre algo, les va a molestar, les va a enfadar, va a hacer que nuestra publicidad guste menos.
Y, pordiosss, que alguien cierre bien esa puerta, no se nos escape alguno de esos tarados venidos del pasado que solo quiere vender, no sea que nos contamine a todos y se nos desmonte el chiringuito.
Por Victor Guerra Carratalá para elrincondelpublicista.com
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